Miguel Cruz Suárez
Vamos supor que nossos inimigos reúnam, entre todos eles, uma grama de dignidade e decidem tomar suas cadeiras e se estabelecer para ouvir algumas coisas que se recusam a entender. Bem, imagine o cenário, haveria os falcões do Pentágono, os think tanks, os políticos de San Nicolás del Peladero e alguns vermes inomináveis, que para a ocasião seria conveniente participar da reunião.
Com a atenção de um quórum tão "ilustre", poderíamos dar-lhes um pouco de história, desde que eles pudessem controlar sua histeria. Seria útil para eles saber que há séculos atrás, um general espanhol de triste memória chamado Valeriano Weyler, teve o sonho macabro de levar os cubanos à submissão e levá-los ao extremo da miséria, com a intenção vil de uma rendição dos Mambises ou da traição coletiva dos creoles à causa da independência. Mas ele não conseguiu e há a velha Espanha, às vezes melancólica, abrigando ilusões perdidas e onde alguns ainda se perguntam como eles não conseguiram derrotar os guerreiros mal vestidos e mal alimentados, armados em sua maioria apenas com facões.
Um pouco mais perto no tempo, séculos à frente, um ditador sangrento que gostava de brindar com copos de bacará fino com o próprio Richard Nixon, mais uma vez apostou na barbárie, esquecendo o fracasso do espanhol daquela época, e tirou a vida de vinte mil cubanos com a ilusão inútil de dobrar aqueles que insistiam em ser livres ou mártires. O personagem saiu como um cão (minhas desculpas aos animais tão nobres) que derrubou o pote, só que desta vez ao invés de derrubá-lo, ele o levou com ele, carregado com o dinheiro que roubou do país.
Depois disso... bem, depois disso a história é mais familiar: bombas, epidemias, sabotagem, bloqueios, intimidações, proibições de todo tipo e muita maldade. E mais uma vez o método das carências fantasiadas, as receitas de esmagamento em busca de colapso, o estabelecimento de prazos para celebrar a rendição e até mesmo a compra de malas que ficam nos armários.
Até aqui a classe, os senhores da público sairão sem assimilar os ensinamentos e dotados dos óculos escuros da arrogância, o que os fará tropeçar vezes sem conta sobre a mesma pedra. Tudo, absolutamente tudo, por uma grande razão: eles não entendem a essência dos cubanos, que detém as chaves de um enigma chamado resistência e outro chamado orgulho. Dentro desta querida ilha - lar, a grande família sabe de seus erros, seus desatinos, entende que temos que cometer menos erros e trabalhar mais, fazemos as críticas mais duras e colocamos em seu lugar qualquer um que o mereça, mas esta família ao final, não permitimos que estranhos metam o nariz onde não são chamados, nem que vizinhos hipócritas apontem sinais com os mesmos dedos que usam para tentar arrancar nossos olhos.
Ah! e no caso dos vermes, eles são muito piores, porque se há uma coisa que faz o sangue dos cubanos esquentar, é a traição. A propósito, dos rayadillos*, tudo o que resta é a desagradável memória de sua infâmia e a zombaria cubana nas histórias em quadrinhos de Elpidio Valdés.
NT: *rayadillos se refere ao uniforme dos soldados espanhois do período colonial.
Esp: Do Facebook de Miguel Cruz Suárez CRÓNICA DE UNA VICTORIA ANUNCIADA
#VotoXTodosA ver, supongamos que nuestros enemigos reúnen, entre todos, un gramo de dignidad y deciden tomar sus sillas y acomodarse para escuchar algunas cosas que se niegan a comprender. Bien, imaginado el escenario, allí estarían los halcones del Pentágono, los tanques pensantes, los politiqueros de San Nicolás del Peladero y algunas alimañas innombrables, que para la ocasión convendría acudieran a la cita.
Lograda la atención de tan ¨ilustre¨ cuórum les haríamos un poquito de historia, siempre y cuando a ellos se les controle la histeria. Les convendría saber que siglos atrás, un general español de triste celebridad y nombrado Valeriano Weyler, tuvo el macabro sueño de rendir por hambre a los cubanos y llevarlos a los extremos de la miseria, con el ruin empeño de una rendición de los mambises o la traición colectiva de los criollos a la causa independentista. Pero no lo consiguió y allá está la vieja España, a veces melancólica, albergando ilusiones perdidas y donde algunos todavía se preguntan cómo fue que no pudieron con los guerreros mal vestidos, poco alimentados y armados en su mayoría solo con machetes de trabajo.
Un poco más cercano en el tiempo, avanzado en los siglos, un dictador sangriento que gustaba de chocar copas de fino baccarat con el mismísimo Richard Nixon, apostó de nuevo a la barbarie olvidando el fracaso del español de marras y le quitó la vida a veinte mil cubanos y cubanas con la inútil ilusión de doblegar a los que se empeñaban en ser libres o mártires. El personaje salió como perro (mis disculpas a tan nobles animalitos) que tumbó la olla, solo que esta vez en lugar de tumbarla se la llevó, cargada con el dinero que le robó al país.
Después… bueno, después la historia es más conocida: bombas, epidemias, sabotajes, bloqueo, intimidación, prohibiciones de todo tipo y mucha maldad. Y otra vez el método de las carencias azuzadas, las recetas de agobio en busca del colapso, la colocación de fechas límites para celebrar la rendición y hasta la compradera de maletas que se quedan sobre los closets.
Hasta aquí la clase, los señores del público se irán sin asimilar las enseñanzas y dotados de las oscuras gafas de la prepotencia, que les harán tropezar una y otra vez con la misma piedra. Todo, absolutamente todo, por una gran razón: no entienden las esencias de los cubanos, que encierran las claves de un enigma que se llama resistencia y de otro que se llama orgullo. Dentro de esta casa insular y querida, la gran familia sabe de sus errores, sus desatinos, comprende que hay que equivocarse menos y trabajar más, se hacen las más ásperas críticas y se pone en su lugar a cualquiera que se lo merezca, pero familia al fin, no se admiten ajenos metiendo la nariz donde no se les llama, ni vecinos hipócritas señalando lunares con los mismos dedos que usan para intentar sacarnos los ojos.
¡AH! y en el caso de las alimañas, están mucho peor, porque si algo les pone la sangre caliente a los cubanos es la traición, por cierto, de los rayadillos solo queda el desagradable recuerdo de su infamia y la burla cubanísima en las historietas de Elpidio Valdés.
MIGUEL CRUZ
Tradução/Edição: Carmen Diniz/ Comitê Carioca de Solidariedade a Cuba
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